Las historias de creación y desarrollo de los juegos pueden ser raras, divertidas, debidas a casualidades, y llenas de anécdotas.  La historia de Palacio de Viana posiblemente entre dentro de las más rocambolescas, con crisis económicas y todo el lío de las cajas de ahorros españolas de por medio.  Quién se lo iba a decir a Jesús Torres, el creador del juego, cuando empezó a trabajar en él, y lo probó varios millones de veces con múltiples conejillos de indias en la sede de la asociación cultural Jugamos Tod@s, organizadora del Festival Internacional de Juegos de Mesa de Córdoba, que se celebra desde el año 2006 en Córdoba en el mes de octubre.

Podéis enteraros de todo esto aquí, y siguiendo los enlaces del artículo.  Lo realmente importante es que desde hace unos meses, podemos disfrutar de este juego, ambientado en uno de los puntos turísticos de Córdoba, y además muy relacionado con el Festival de los Patios que se celebra en mayo, y que no puedo dejar de aconsejaros con todo mi amor, que es mucho.  Muy, muy bonito.

Palacio de Viana es un juego para 2 a 5 jugadores, de cerca de horita y media de duración, ni fácil ni muy difícil, y que desprende sabor por los cuatro costados.  Una temática muy original, y muy bien implementado en todos sus aspectos.  Solo le falta unos recién casados echándose fotos en sus patios…

Córdoba en mayo

El juego viene en caja cuadrada grande, de tamaño bastante estándar, similar a tantas otras, y magníficamente ilustrada por Raúl Cáceres, Raúlo, (la web oficial es de contenido adulto, para los interesados) que ya había colaborado en otro proyecto de la asociación JT, como el juego Cordoba, de Reiner Knizia.  Raúlo es un conocido dibujante de cómics, y además ha participado como ilustrador principal en varios suplementos del juego de rol Aquelarre, decano de los juegos de rol españoles, en la época en que lo editaba Crom.  Completa el apartado gráfico David Prieto.

 Portada de Palacio de Viana

Bonita portada que nos presenta a la mayoría de personajes del juego

Dentro encontramos un tablero de buen tamaño y grosor, donde se representan los patios del palacio y donde se desarrolla el juego principalmente, un tablero anexo bastante fino que representa el mercado, un montón de losetas de cartón, cinco mazos de cartas y los muñequillos de madera de cada jugador, y algunas fichas de cartón para montar en peana, además de un dado de doce caras, un palito de madera (es una puerta), y una bolsita de tela.  A destacar que viene algunos repuestos de losetas y fichas de cartón.  Y lógicamente, el libreto con las reglas, que por cierto, están muy bien explicadas, y es además muy bonito.

Un detalle de esos que a mí me gustan es que la trasera del tablero está ilustrada con un boceto de la portada de la caja, en cuya versión final se coló un último personaje que no estaba en el boceto.  El tablero nos presenta los diferentes patios del palacio, en una vista aérea.  En cada patio vemos las posiciones de los posibles adornos, ya sean flores, fuentes, o jarrones.  Ambientado en el siglo XIX, pero al parecer con estructura actual (tal y como nos dicen en las reglas).  En definitiva, un tablero bastante bonito.

El tablero anexo es  básicamente un cartoncillo satinado donde colocar losetas, ya que representa el mercado al que podremos dirigirnos para tener reserva de elementos de adorno y poder engalanar los patios.

El montón de losetas representan los diferentes adornos de los que dispondrán los jugadores para ir colocando en los diferentes patios.  Se trata de flores, jarrones, y fuentes.  Aquí, personalmente encuentro dos pegas.  La primera, que hay dos colores de jugador demasiado parecidos, el rosa y el rojo, que francamente no se distinguen demasiado bien.  La segunda, es que la identificación de las fuentes se hace con dos florecillas bastante pequeñas del color del jugador, en lugar de tener todo el fondo de ese color, como con el resto de fichas.  Posiblemente haga que la ficha sea más bonita, pero hasta cierto punto es una inconsistencia con las otras fichas, y además también dificulta en algo la identificación.

Las cartas son bien chulas, cada una de ellas representa diferentes personajes que nos permiten realizar distintas acciones, y tienen unos iconos muy bien conseguidos, que indican muy claramente la acción de cada carta.  Una explicación y basta.

Las tres fichas con su peana son el marqués y la marquesa, habitantes oficiales, y un gato, que es habitante, pero no debe ser tan oficial, ya que la marquesa es alérgica.  A mí me hubiera gustado mucho más una figuritas de madera chulas, pero con esto se cumple a la perfección.

En definitiva, un juego que a nivel de componentes y diseño cumple con mucho, sobre todo al precio al que se puede encontrar en el propio Palacio de Viana, a tan solo 20 euros.  Muy bonito visualmente, y con una estética que representa muy bien la época de la ambientación.

Componentes de Palacio de Viana
Componentes de Palacio de Viana

Los componentes, desplegados

Adornando patios para el gusto de la marquesa.

La idea básica del juego es sencilla.  Nuestro peón se moverá a través de los patios del palacio, colocando adornos en los mismos, con la intención de ganar puntos de buen trabajo (PBT), cada vez que la marquesa visite esos patios.  Para adornar, conseguir los adornos, llevar a la marquesa de un sitio a otro, y en definitiva, para todas las acciones, usaremos las cartas de que disponemos.  Al final de la partida, el jugador con más PBT gana la partida.

La mecánica principal es por tanto el uso de cartas, una por turno, tapando la anterior, y se hace de una forma que realmente genera interés, gracias a la regla principal del juego: no se puede jugar una carta de personaje que esté en juego en ese momento.  Es decir, si un jugador pone en juego la carta de la marquesa, por ejemplo, ningún otro jugador podrá hacerlo hasta que este jugador juegue otra carta, tapando la de la marquesa.  Esta regla tan simple provoca que la gestión del mazo, y el tempo adecuado para cada una de las cartas de las que disponemos, no sean triviales.  Si habéis jugado al Kreta de Stefan Dorra, tiene un sistema de cartas que recuerda a este, pero el sistema en Palacio de Viana es notablemente más exigente.

En compañía de esta regla principal tenemos la regla de la bocina.  Si alguien comete un error e incumple la regla principal, el jugador que se dé cuenta debe decir ¡Moc!, y ganará un PBT.  En teoría, la regla es para que estemos atentos y no incumplamos la regla principal.  Debo reconocer que personalmente no me gusta nada esa regla, pero lo bueno es que me limito a ignorarla y punto.  Si alguien se equivoca y nos damos cuenta, se lo decimos, retoma la carta, y juega otra.  Y todos felices.  Para gustos, los colores.

Visto lo principal, veamos lo que podemos hacer con las cartas.  Tenemos tres jardineros diferentes, cada uno con una capacidad de movimiento, y con diferente capacidad de colocar adornos.  Movemos nuestro peón, y en el patio de destino colocamos los adornos.  Para ello, por supuesto, debemos tener el adorno en nuestra reserva, y además cumplir unas normas.  Fuentes y jarrones se colocan en sitios específicos de los patios, que deben estar desocupados.  Las flores se colocan en huecos en los setos, y en cada seto sólo puede haber un tipo de flor, de las tres que hay en juego.  Los adornos se colocan por una de las caras, que es la cara sin puntuar.  De momento no nos dan puntos, hasta que la marquesa visite el patio.

La marquesa, como buena aristócrata de la época, se dedica a pasear por los patios.  De modo que al jugar la carta, movemos su ficha, y se puntúa el patio de destino.  En el movimiento se debe evitar pasar por el patio donde esté el gato, ya que es alérgica al mismo.  La puntuación es sencilla.  Se puntúan todos los adornos del patio, de todos los jugadores.  Las fuentes dan cinco puntos, los jarrones tres, y las flores un PBT.  A continuación, las losetas de las fuentes y jarrones se voltean, y pasan a la cara ya puntuada.  Aunque la marquesa vuelva a este patio, esos adornos no volverán a dar PBT.  Sin embargo, sólo una de las flores de cada jugador es volteada.  Por tanto, las flores sí que pueden puntuar varias veces.

Tablero de Palacio de Viana

El tablero, con sus trece patios, y las dos puertas de entrada, listo para que empecemos a adornarlo alegremente.  El patio grandote de la derecha es el jardín, que puntúa también al final de la partida…

El cochero nos permite mover nuestro peón hasta el mercado, y tomar de la reserva general a nuestra reserva propia los adornos disponibles en alguno de los tenderetes del mercado.  Es la única forma de adquirir nuevos adornos y poder seguir nuestra labor de adorno del palacio.  El cochero es un personaje muy importante, y jugarlo en el momento adecuado puede ser importante.  En primer lugar por llevarnos los adornos de un tenderete interesante, ya que no todos tienen los mismos elementos, y en segundo lugar porque mientras estamos en el mercado, puede que ocurra un reabastecimiento del mismo, y podamos incluso obtener más adornos.  Finalmente, el cochero nos permite volver al palacio por dos puertas diferentes, por lo que podemos aprovecharlo para hacer un cambio importante de posición.

La cocinera es la carta que nos permite recuperar todas las cartas ya usadas.  Y que además, provoca el reabastecimiento del mercado.  Una carta que quizá no queramos usar, sobre todo si hay alguien en el mercado, pero que quizá estemos obligados a ello.  La cocinera es la única carta que siempre será posible utilizar, ya que al jugarla, retomamos todas las descartadas, y las recuperamos a la mano, incluyendo la cocinera.  No tendremos por tanto ninguna delante de nosotros.

El resto de cartas son menos fundamentales en la idea básica del juego, pero permiten una mayor variedad de acciones, y añaden mucho sabor a las partidas.  El ama de llaves permite cambiar la posición de la puerta, una maderita que cierra el paso de un patio a otro, y que no se puede atravesar de ningún modo.  Su uso puede ser muy interesante, para obligar a otro jugador a dar rodeos o evitar que la marquesa pueda llegar a algún patio.  Además, da un PBT directamente.  El marqués, como buen aristócrata de la época, ni siquiera hace algo productivo.  Se limita a pasear, y el patio en el que  se encuentre no puede adornarse, y si la marquesa llega a dicho patio, ni siquiera se puntuará.  Eso sí, también nos da un PBT.  El poeta es un personaje que ni siquiera es obligatorio, salvo en partidas a cinco jugadores, donde se hace necesario incrementar el mazo para tener más flexibilidad.  Sin embargo, a mi es un personaje que me parece  divertido y temático.  Nos permite mover nuestro peón (y esto ya en sí mismo es importante, porque moverse es fundamental) y obtener tantos PBT como personajes haya en el patio de destino.  A más público, más fama.  Y por último, la niña, que incluye otro elemento más de gañaneo, además del ama de llaves y el marqués.  La niña, traviesa como ella sola (como se ve claramente en la portada, con una cara que no invita a confiar en ella), permite trasladar una maceta de un patio a otro.  Es una niña, así que nada de ponerla a mover jarrones ni fuentes…  Este movimiento puede parecer poca cosa, pero teniendo en cuenta que al final de la partida hay una puntuación en función del número de patios ocupados, la cosa puede tener mucho interés.

Así, jugando cartas y adornando, llegamos al final de la partida cuando no se pueda reponer el mercado, o cuando algún jugador consiga tener adornos en todos los patios, que son trece.  Y entonces cada jugador tiene una última acción, y se procede a la puntuación final, que es doble.  Por un lado, se puntúa el patio más grande de todos, pero atendiendo sólo a las macetas no puntuadas.  Y por otro, se dan puntos en función del número de patios adornados por cada jugador.  Desde cuatro PBT por ocupar siete patios, hasta veinte puntazos por ocupar los trece.

Podéis ver algunas imágenes más del juego en acción en la página de Jugamos Tod@s, por ejemplo aquí.

El juego favorito del Marqués y la Marquesa

Palacio de Viana resulta ser un juego realmente interesante, partiendo de una premisa muy básica; jugar personajes, y añadir esa pequeña restricción de no poder repetir personajes jugados.  Hay que ver como en ocasiones esos pequeños detalles marcan la diferencia.  Y además, consigue que todos los personajes sean verdaderamente interesantes, y dependiendo del desarrollo de la partida, puedan cobrar mucha importancia.  La necesidad de jardineros y marquesa es muy obvia, ya que son los elementos básicos del concepto del juego.  Pero el resto de personajes, bien utilizados, marcarán la diferencia.  En dos partidas muy recientes, las situaciones fueron muy diferentes.  Mientras en una el ama de llaves apenas entró en juego, en la segunda, la puerta fue un constante ir y venir, y generó problemas reales para el uso de la marquesa, que se vio encerrada por el gato.  Mientras en una partida la cocinera nunca le dio mercancías gratis a ningún jugador, en otra, hubo jugadores que obtuvieron premios inesperados.

Además, el uso de personajes no se limita a su acción específica, sino que implican en muchos casos un movimiento de nuestro peón, algo vital si queremos adornar el mayor número de patios posibles, y ganar el suculento bono final.  En especial, el personaje de la niña nos puede ayudar muchísimo en este sentido, ya que podemos trasladar una maceta propia a otro patio donde no tengamos ninguna.  O claro está, quitarle una maceta a alguien y así tener un patio menos, en plan amistad.

El tiempo de la partida está bien ajustado, aunque al principio parezca que va a durar demasiado.  Tarde o temprano empiezan a salir las cocineras, y a rellenarse el mercado, hasta que se agotan las fichas de repuesto.  Aquí, desde luego, si depende mucho del número de fichas de reposición, que vienen dadas por un dado, y pueden variar de una a doce.

El juego cambia bastante según el número de jugadores, y eso nos lo están advirtiendo desde el momento en que nos indican que el poeta sí es obligatorio en partidas a cinco jugadores, y que hace más fáciles las partidas a menos jugadores.  El mayor problema al que se enfrentan los jugadores es jugar un personaje útil, de los que le quedan en la mano, y que no esté ya sobre la mesa, y con el poeta, el abanico es un poco mayor.  No he jugado nunca a cinco, pero me parece que las partidas deben ser bastante más agónicas, y que habrá que tener bastante cuidado para no caer en la desesperación de verte pisado constantemente.  A cuatro el juego sí funciona realmente bien (yo he jugado siempre con el poeta), creo que con la dosis justa de angustia.  Y a tres, debe haber mayor libertad en la elección, por lo que efectivamente debe ser más sencillo.

El juego presenta varias opciones.  Puedes intentar que la marquesa te puntúe varias veces algún patio donde tengas una buena provisión, o conseguir algunos patios donde tengas fuentes y jarrones, y un buen bono final.   O puedes simplemente tomártelo como una carrera e intentar completar los trece patios, y que los demás muevan la marquesa por ti.  Hay que adaptarse al desarrollo de la partida, y a los movimientos de la marquesa.

En la parte negativa, debo reconocer que para mí se hace algo difícil estudiar bien el tablero a medida que se va llenando de adornos.  Los trece patios, con las múltiples fichitas de colores, se me hacen complicados de ver.  Pero en realidad, a mí es que me cuestan en general los tipos de juegos con mucha información.

Lo he probado muy recientemente con dos grupos diferentes, y la reacción ha sido muy positiva en todos los casos, incluyendo a jugadores de esos que llamamos jugones, y alguno incluso que tenía sus reservas, porque creía que sería demasiado liviano.  A pesar de que en la caja diga que es un juego para todos los públicos, no se trata de un juego trivial ni mucho menos, y sin llegar a tener una complejidad alta, creo que ofrece mucho interés para jugadores experimentados.

En el último Festival de Juegos de Córdoba, coincidiendo con su ¡por fin! salida definitiva, se puso en circulación una mini-expansión, consistente básicamente en una llave, que nos permite una vez por partida abrir una puerta.  O bien conseguir tres PBT si la conservamos hasta el final.  Además, usar el ama de llaves daría dos PBT en lugar de uno.  No la he probado, así que no puedo daros ninguna pista, pero parece claro que no es un elemento que vaya a cambiar el juego de forma importante, sino que simplemente aporta un pequeño toque.

Para acabar, creo que merece resaltarse lo bien integrado temáticamente que está el juego.  Todos los personajes, sus acciones, el propio palacio… forman un elemento temático muy interesante, que le da un plus a un juego que por sí mismo tiene mucho interés.  Que estupendo sería una actividad organizada en el propio Palacio de Viana, donde se jugara a este juego…

Palacio de Viana

Creado por Jesús Torres Castro

Ilustrado por Raúl Cáceres, Raúlo.

Producido por Tienda de Calidad, 2010.

75-90 minutos, 2-5 jugadores

Una reseña de Francisco Javier Santos

3 comentarios en «Reseña de Palacio de Viana»

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