Con motivo de la próxima publicación de The Foreign King a través de la editorial italiana Giochix, iniciamos una serie de artículos dedicados a explicar su proceso de desarrollo de la mano de su autor Javier García, al que desde estas páginas deseamos toda la suerte del mundo con este proyecto.

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Igual que ocurre con la literatura, que cuando has leído muchas historias te apetece contar las tuyas propias, en el mundo de los juegos, cuando has probado una variedad considerable de juegos también te apetece crear alguno propio, ya sea inventando nuevas mecánicas o variando las que más te gustan. Yo estaba en ese momento y me había puesto el reto de llegar a hacer un juego que fuera rejugable y atractivo.

Hay muchas personas a las que les gusta sentirse inmersas en el juego con un buen tema, pero creo que la mecánica ha de ser más importante que el tema. Un juego con un tema fantástico pero una mala mecánica es un mal juego, pero uno con un tema pegado pero una buena mecánica sigue siendo un buen juego. Yo tenía pensada una mecánica básica que iba a ser el motor del juego pero quería que estuviera ubicado en algún país, es decir que tuviera un mapa para darle más ambientación histórica/temática. Esos días, por el año 2009, hablaban en el periódico de nuevos enfrentamientos y disputas políticas en Bélgica entre flamencos y valones, un conflicto que dura desde hace decenas de años y que encajaba bastante bien con la idea que tenía en mente, así que decidí usarlo como punto de partida. Ya tenía una localización en la que situar el juego.

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Tenía claro que iba a hacer un juego de mayorías o control de áreas, que son mis favoritos, y que usaría un sistema de juego “estilo Kramer”; muchas acciones y pocas que se puedan realizar. Tras un pequeño espacio de tiempo decidiendo qué acciones podían ser las mejores basándome en las ideas que tenía en mente, y lo poco que había leído de la historia del país, surgieron unas 7 acciones. Suficientes para poder jugar pero no como para que 4 jugadores pudieran jugar de forma cómoda, y fue en ese punto cuando decidí que el juego sería para 2-3 jugadores, y para que quedara visualmente más bonito cada uno de ellos usaría uno de los colores de su bandera (rojo, amarillo, negro) para defender los intereses de valones, flamencos o monarquía. La base estaba puesta y solo quedaba realizar un tablero con mis limitados conocimientos de Photoshop para ver si funcionaba. El resultado fue el siguiente:

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Después de un par de partidas con los amigos quedó demostrado que el juego funcionaba bastante bien, pero había que pulir y modificar algunas cosas. Para empezar, la tabla de ciudades para marcar las visitas del Rey, al quedar fuera del mapa hacía un poco farragoso el tener que comprobar qué provincias habían sido puntuadas y cuáles no, por lo que decidí incluirla dentro del propio mapa. Como he dicho antes, a dos jugadores el juego iba perfecto, pero a tres la tabla de acciones se quedaba un poco corta, así que había que añadir alguna más. Por supuesto, la mecánica no se salvó de modificaciones, especialmente en la cantidad de monedas a repartir, el coste y cantidad de la tabla de materiales y el funcionamiento de las casas construidas.

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