Aún deben retumbar los oídos a más de un asistente a la pasada feria con la música que acompaña a Escape: The Curse of the Temple de Queen Games, diseñado por Kristian Amundsen Østby, responsable entre otros de juegos como Hotel Samoa, publicado por White Goblin Games o Mammut, publicado por la propia Queen Games. Al ser su gran apuesta para este año el despliegue preparado por la editorial era sencillamente espectacular. Un gran diorama con elementos del juego adornaba un recinto con multitud de mesas, cada una con su imprescindible reproductor de CD, en las que se tiraban sin descanso los dados del juego.
La principal virtud del juego no es otra que la rapidez. Una partida de Escape: The Curse of the Temple dura exactamente 10 minutos, delimitados con precisión por una de las pistas del CD que incluye el juego. La mecánica es muy sencilla, ya que los jugadores, de forma simultánea, lanzan sus dados para intentar moverse por las habitaciones del templo lo más rápidamente posible. Dichas estancias se desvelan de forma progresiva y son añadidas a la mesa cuando los jugadores han conseguido una tirada concreta. Asimismo, para desplazarse desde una habitacion a otra, los jugadores también han de obtener un resultado determinado con sus dados (normalmente varios símbolos del mismo tipo) que pueden lanzar en su totalidad o en parte una vez tras otra hasta conseguirlo. El único problema es que los dados incluyen un símbolo con una máscara negra que en caso de obtenerse el dado queda inutilizado hasta que obtengamos una máscara de color amarillo con otro de nuestros dados. Si la mala suerte se ceba con nosotros tenemos dos opciones: convencer a alguno de los jugadores que nos ayude (sus máscaras amarillas podrán hacer que nuestros dados puedan volver a ser utilizados) para lo que tienen que encontrarse en la misma estancia o bien tomar una de las gemas, aunque a costa de reducir las posibilidades de salir con vida del templo, que al fin y al cabo es el objetivo del juego.
Conforme la partida avanza los jugadores descubrirán poco a poco nuevas estancias del templo, obteniendo en algunas de ellas nuevas gemas (también con combinaciones concretas de dados) aunque sin descuidar la posición de la loseta inicial, a la que deberán volver aproximadamente a mitad de la partida, acuciados por una banda sonora cada vez más intensa. Si todos los jugadores consiguen volver a tiempo, su objetivo consistirá en seguir explorarando el templo hasta dar con la loseta que indica la salida, y obtener en ella tantos símbolos como gemas hayan dejado en el templo. Al escapar, los jugadores pueden darle un dado a otro jugador a su elección. Aunque en Escape: The Curse of the Temple los jugadores lancen sus propios dados tiene un componente colaborativo muy importante ya que los jugadores solo ganarán la partida si todos salen a salvo del templo.
El juego básico incluye dos pequeñas expansiones que se pueden añadir juntas o por separado. Por un lado, tenemos los tesoros, que otorgan ventajas como la teleportación o la recuperación inmediata de dados mediante la obtención de tesoros y por otro las maldiciones, que obliga a los jugadores a continuar la partida poniendo una mano en su cabeza, permaneciendo en silencio, etc.
Escape: The Curse of the Temple proporciona lo que promete, algo de caos y diversión en partidas de una duración muy reducida, algo que de vez en cuando es muy de agradecer. Además supone un reto para los jugadores, ya que es realmente complicado escapar del templo a tiempo. La duración de la partida también permite y favorece la revancha en caso de fracaso. Además, los componentes del juego están muy cuidados y maravillosamente ilustrados por Oliver Schlemmer, algo que también contribuye al resultado global. Se puede decir que Escape: The Curse of the Temple lo tiene todo para convertirse en un éxito entre los juegos familiares de esta temporada.