La creación del juego: Sí mi capitán
El juego del que partí para crear 21 Motines, Let’s go to fishing, era un juego terminado, así que los cambios no podían ser sutiles, sino profundos. Su mecánica consistía en colocar 4 fichas sobre el tablero, de una en una en orden de turno. Una especie de Pilares de la Tierra, en este caso, del Mar.
Los elementos a los que se podía optar para hacer una acción eran: pescar, buscar tesoros, comprar PV, vender pescado, equiparse con mejoras, subvención, protocolo de Kyoto, piratear… ¿os suena?
La opción de hacerse Capitán permitía ser el primer jugador en la siguiente ronda, pero eso no implicaba nada más. Todos los turnos se regían por la libre elección de la acción a seguir. El primer paso que me planteé fue racionalizar el sistema de pesca. Ahora la dificultad de pescar se representaba con un barril de petróleo en la loseta de pescado, que representaba la necesidad de gastar más energía con los barcos para obtener mejor pesca, haciendo innecesaria la adquisición de mejoras como barcos y neveras. Mucho más adelante, gracias a la genial idea de Jaume, uno de los playtesters de verano, encontramos un significado brillante a los cubitos de petróleo: ¡hielo!
En el tablero de la imagen (corresponde a la versión 3) podéis ver que se premiaba la pesca en la lonja sin tener en cuenta a los cubitos, así como algunas acciones que ya quedaron hasta el final y alguna que se fusionaron (capital y banco).
El juego empezó a jugarse, pero lo que cambió radicalmente el concepto, fue lo que más tarde conoceréis como Motín, es que reduje a un solo peón por jugador, es decir, una sola acción cada turno, añadiéndole el punto característico del juego: había que obedecer ciegamente al capitán o hacerse con el mando. Lo llamamos “Sí mi Capitán”, y con esa frase cada jugador debía colocar su peón. Estaba creado el embrión de 21 motines, con numerosos huecos por cubrir que me llevaron ha realizar hasta 13 versiones, o más.